COLABORACIÓN

La mentira en la Biblia

SARA GONZÁLEZ SANCHO

Creo que como punto de partida es importante destacar que para Dios es pecado, es decir, errar el blanco, todo aquello que es contrario a Su Voluntad y que Dios “odia” el pecado, cualquier pecado. Jesús dejó muy claro que para Dios todos los pecados son igual de aborrecibles y Él no hace categorías, distinciones ni clasificaciones como sí hacemos los seres humanos. Así. Jesús dijo:

Porque yo os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.

 Oísteis que fue dicho a los antiguos; No matarás; y cualquiera que matare será  culpable de juicio.

Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego. …”.

Es lo mismo que dice Santiago en el Capítulo 2, versículo 10: “Porque cualquiera que guardare toda la ley pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos”.

En cambio, Los seres humanos, incluidos los creyentes, sí hacemos clasificaciones y hay tipos de pecados o de transgresiones que nos  parecen muy graves (fumar, consumir drogas, todos los relacionados con el ámbito sexual, por ejemplo), mientras que otros los practicamos todos los días sin darles ninguna importancia, cuando tanto unos como otros son claramente contrarios a la voluntad de Dios y delante de Sus Ojos de la misma gravedad. Es el caso por ejemplo de la acepción de personas, del amor a las riquezas y, desde luego, de la mentira.

Pese a lo que a nosotros nos pueda parecer, la mentira cobra una especial relevancia en la Palabra de Dios y ha jugado y juega un papel crucial en la caída de la Humanidad y en el Plan salvífico de Dios.

Antes de nada, es preciso aclarar que cuando en el Nuevo Testamento se hace referencia a la “mentira”, el término utilizado en griego es “pseudo”, que se puede traducir por “falso”, “imitación”, “parecido engañoso” y hace referencia a aquello que tiene apariencia de verdadero pero en realidad no lo es.

El Antiguo Testamento condena fuertemente la mentira, sobre la base de que Dios no miente (Números 23:19). Son muchos los pasajes; entre otros:

  • Salmo 12:2-3: “habla mentira cada uno con su prójimo; hablan con labios lisonjeros y con doblez de corazón. Yahvé destruirá todos los labios lisonjeros, y la lengua que habla jactanciosamente”.
  • Salmo 58:3: “se apartaron los impíos desde la matriz; se descarriaron hablando mentira desde que nacieron”.
  • Salmo 101:7: “no habitará dentro de mi casa el que hace fraude; el que habla mentiras no se afirmará delante de mis ojos”.
  • Proverbios 6:16-19. Entre las siete cosas que aborrece y abomina Yahvé están la “la lengua mentirosa” y “el testigo falso que habla mentiras”.
  • Proverbios 12:22: “los labios mentirosos son abominación a Yahvé pero los que hacen verdad son su contentamiento”.
  • Proverbios 19:5: “el testigo falso no quedará sin castigo, y, el que habla mentiras no escapará”.

Jesús dijo del diablo (Juan 8:44) que “Él ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de lo suyo habla; porque es mentiroso y padre de mentira”.

Frente a esto, Jesús dijo de sí mismo “Yo soy el camino, la verdad y la vida”

Por tanto, la mentira se califica en la Palabra de Dios como un distintivo característico de Satanás, que lo define por excelencia, frente a la Verdad, que es Dios mismo. Según la Palabra de Dios, se puede decir que hay dos ministerios que se devienen a lo largo de la historia:

  1. El ministerio de la verdad, encarnado por Dios
  2. El ministerio de la mentira, de la “pseudo-verdad”, cuyo padre es el diablo, que es el que funciona a sus anchas por este mundo, hoy más que nunca, porque Satanás es el “príncipe de este mundo” (Juan 12:31; Juan 14;30 y Juan 16:11). Y hasta tal punto es así que una mentira, una falsa verdad o pseudo-verdad fue lo que utilizó el diablo para que el ser humano desobedeciera a Dios y pecara (Génesis 3).

En Apocalipsis refiriéndose al final de los tiempos y la nueva creación que Dios hará, simbolizada en la “nueva Jerusalén”, se destaca que “no entrará en ella ninguna cosa inmunda o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero” (Apocalipsis 21:27), añadiendo que “los perros (referencia a los “cínicos”, escuela filosófica griega) están fuera, y los hechiceros, los fornicarios, los homicidas, los idólatras, y todo aquel que ama y hace mentira” (Apocalipsis 22:15).

Por tanto, el verdadero cristiano debe de desechar la mentira en su vida, como el resto de cosas del hombre viejo y hablar la verdad, como dice Efesios 4:20-25:

“Más vosotros no habéis aprendido así de Cristo, si en verdad le habéis oído y habéis sido por él enseñados, conforme a la verdad que está en Jesús.

En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos de nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.

Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros. …”.

El verdadero cristiano puede caer y cometer errores, puede cometer actos contrarios a la voluntad de Dios, incluido mentir, pero ello no es un fruto del Espíritu ni es la voluntad de Dios que el que es su discípulo practique estas cosas de manera continua y habitual en su vida, cosas que no vienen de Dios sino del “padre de la mentira”, naciendo de nuestro corazón o esfera de nuestra intimidad (Mateo 15:19).