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Estudios Bíblicos
Aspectos de la vida de Abraham
La vida de Abraham es un punto de referencia para los contenidos trascendentes y trascendentales de la Revelación Dios. Desde este punto de vista, Abraham es un personaje paradigmático, excepcional y único tanto para el JUDISMO, como para el CRISTIANISMO. Siendo cierto que Dios escogió al pueblo de Israel para que llevase su mensaje soteriológico al resto de las naciones, no es menos verdadero que Israel es un pueblo que desciende de Abraham. La importancia del pueblo de Israel como portavoz de Dios en el Mundo, la explicita, muy bien el apóstol Pablo, cuando escribe a los Romanos: “¿Qué ventaja tiene pues el judío?…. Mucho en todas maneras. Primero, ciertamente, les ha sido confiada la palabra de Dios” (Rom. 3:1-2). Pero más adelante el mismo apóstol califica a Abraham como “padre de los creyentes, sean estos judíos o gentiles” (Rom. 4:16). En la confrontación dialéctica que Jesús de Nazaret mantiene con la mujer samaritana, se llega a un momento donde se discute, sobre el lugar donde se debe adorar a Dios; y Jesús dice: “Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adorareis al Padre. Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos” (Juan 4:21-22). Abraham es un personaje de referencia salvífica por excelencia. La Promesa de Salvación a todas las naciones, Dios no se la dio a Jacob (padre del pueblo de Israel), sino a un gentil, que habitaba en Ur de los caldeos, llamado Abraham.
Creo que tiene una importancia extraordinaria el que Dios escogiese a un gentil para darle la promesa de salvación a todas las Familias o Naciones de la Tierra. Abraham llegó a ser un gran hombre de fe, pero esto fue el resultado de ir introyectándo en lo mas profundo de su ser la voluntad de Dios, devenida a través de muchos fracasos. Un día Dios se revela a Abraham y le dice: “Vete de tu tierra (heb. = vete de tu patria) y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que yo te mostraré”. Abraham solo obedeció en parte. Más adelante, Dios, le promete descendencia en la que serán benditas todas las familias de la tierra. Abraham se queja al Señor, porque la promesa no se cumple, y éste le dice: “un hijo tuyo será el que te heredará” (Gen. 15:4). Pero Abraham recurre a métodos humanos para alcanzar la Promesa de Dios y fracasa. Así podríamos ir ejemplificando la incertidumbre de la fe Abraham, a lo largo de muchos años de su vida. Pero la Fe de Abraham se hace paradigmática, ejemplar por excelencia, cuando está dispuesto a sacrificar a su hijo Isaac porque el Señor se lo demanda, creyendo que Dios era poderoso para levantarlo de entre los muertos. La confianza de Abraham, devenida, en Dios, a estas alturas era plena: “Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito, habiéndosele dicho: En Isaac te será llamada descendencia; pensando que Dios es poderoso para levantar aún de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir” (Heb. 11:17-19). El gran filósofo y teólogo nórdico Sören Kierkegaard resumió y interpretó, magistralmente, la fe de Abraham, cuando en su libro Temor y temblor, dice: “la fe empieza donde la razón termina”. Y yo, humildemente me atrevo a definir esta fe como la certidumbre de lo incierto.